viernes, 24 de mayo de 2013

LA EDUCACIÓN EN VENEZUELA. (Siglos XVI-XVIII)


Concepto
Con este término se pretende describir las realizaciones escolares, no universitarias, llevadas a cabo en Venezuela durante el período hispánico. Como elementos constitutivos del concepto conviene señalar: el carácter institucional; el plan de estudios; y el objeto final, la formación de los alumnos ya fueran a ingresar en la universidad, ya optaran por enfrentarse directamente a la vida. En consecuencia, prescindimos de las modalidades que revestía la instrucción que solían recibir los niños y adolescentes de las diversas naciones indígenas que integraban el territorio nacional; los esfuerzos aislados y anónimos de los “Pedagogos” que instruían a la juventud blanca y criolla en las primeras letras en los principales centros urbanos; y los intentos aislados que no fraguaron en realidades permanentes. Así pues, nos circunscribimos fundamentalmente a lo que hoy se denomina enseñanza primaria y media. Para enmarcar el verdadero concepto de educación es necesario tener presentes las siguientes premisas: a) fuentes documentales: En el aspecto jurídico-fundacional son escasas para los siglos XVI y XVII; casi nulas en lo que se refiere al proceso que denominamos paideja; b) carecemos en absoluto de informes sobre la demografía estudiantil de esa época y menos de lo que denominaríamos la demanda educacional en el siglo XVI y XVII; c) se ignora también el medio ambiente y las aspiraciones culturales de los pequeños grupos hispanos que crearon, o fueron estableciendo, la red urbana venezolana; al parecer, les preocupaba más la conquista, la tierra ye! poder que lo que podría significar la educación de los hijos; d) el nacimiento de la “exigencia social” hay que vincularlo a la implantación de las instituciones y muy especialmente al arraigo de las órdenes religiosas, ya que la corriente oficial miraba más a la “hispanización” de los indígenas y a la formación de los hijos de los caciques.



Legislación

a) Oficial: la legislación indiana es muy precisa en lo que se refiere a la fundación y erección de las universidades y para lo que en ella se denominan colegios, que son: los Seminarios Conciliares para la formación del Clero en que tanto había insistido el Concilio de Trento; los colegios para los hijos de caciques en las principales ciudades del continente y como excepción, y en número muy reducido, el Colegio de Niños pobres de México. No era, pues, incumbencia directa de la Corona la enseñanza media. La única estructura educativa legislada fue la universidad. Sin embargo, los jesuitas colaboraron eficazmente, en el mundo renacentista y barroco, a desmembrar del curriculum de los estudios superiores la rica disciplina de las humanidades y así se difundió la enseñanza media en las principales urbes de Europa, América y Asia. Con todo, la legislación indiana abordó indirectamente la reglamentación de los colegios al estatuir una normativa específica para las “Fundaciones”, concepto muy general que abarcaba desde la erección de un convento hasta la de de un monasterio y/o lugares píos. En estos casos debía solicitarse el parecer del Prelado diocesano, del Virrey, Audiencia, Gobernador del distrito y otros informes como los del Cabildo y de algunas personas importantes. b) Eclesiástica: En términos generales se puede sostener que las disposiciones de los Sínodos y Concilios que atañen a Venezuela adecúan sus prescripciones a los grandes patrones de la legislación oficial; consecuentemente, el tema de la enseñanza media está ausente de ellos. Lo que sí contemplan el Concilio de Santo Domingo y las Sinodales del obispo Diego de Baños y Sotomayor, es la enseñanza primaria, en la que se debe aprender a leer, escribir y contar, y las niñas aprender labores. También se deduce del texto que estas escuelas debían estar diseminadas por todos los centros urbanos y parroquias. Con todo, no deja de ser curioso que el Concilio de Santo Domingo (1622-1623) sólo hable de las escuelas para niños en el capítulo VII de la sesión VI, dedicada exclusivamente a los indios. Reza textualmente: “. . .Los párrocos tengan escuelas para niños. En las escuelas enséñenles a escribir y leer para que más fácilmente aprendan la doctrina cristiana y el idioma español; y facilítenles cartillas abecedario, escritas a mano, para que no se vean obligados a comprarlas...”. Las órdenes religiosas, por el contrario, herederas de una inmemorial tradición educativa, poseían sus Ordenamientos de Estudios con los que se rigieron sus diversas instituciones educacionales; mas, este último reglón no pertenece a la legislación oficial.



Contenido

En cada época, suele haber palabras que hacen fortuna. En el siglo XVI esa palabra fue la elocuencia. Como es natural, se trataba de la elocuencia latina, lengua en la que se expresaba el mundo científico, universitario y erudito de occidente. Es casi nula la información que sobre programas concretos de estudio disponemos para Venezuela. Quizá se pueda considerar como una genuina síntesis de la enseñanza conventual, el estatuto que dejó el obispo Mariano Martí para la Escuela de Maracaibo en 1775. El Maestro deberá regirse por el Arte de Nebrija “...cuidando que sus discípulos aprendan de memoria sus reglas y que hagan frecuente ejercicio de ellas y de sus cinco libros...y que, impuestos ya en el cuarto, no se hable sino latín dentro del aula...”. Los alumnos deberían traducir del latín al castellano el Breviario Romano, el Catecismo de Trento y las Epístolas de San Gregorio. Por lo tocante a.la poesía deberían traducir a Ovidio, Virgilio, Marcial, Homero y otros. Y la Retórica se dirigirá por Soares y Pomey; y para la construcción se les darán las Epístolas y Oraciones Selectas de Cicerón. Los jesuitas se rigieron por la Ratio Studiorum (1591-1598), código educativo que inspiró en el XVII y XVIII toda su administración y diseño curricular. Los “Estudios inferiores” duraban 5 años: 3 para el estudio de la Gramática; uno para las Humanidades y uno para la Retórica. Cuando las ciudades eran pequeñas y el número de alumnos reducido, como el caso de Mérida, simplificaban el trienio de la Gramática en un año. En el ordenamiento neogranadino el curso solía comenzar el 9 de septiembre y concluía el 30 de julio. Se interrumpían las clases del 23 de diciembre por la tarde, hasta el 28; en carnavales; del miércoles de la Semana de Pasión al miércoles de Resurrección. Como días festivos se señalaban: la víspera de Año Nuevo y del Corpus Christi por la tarde, así como “...los días que hay toros en la plaza principal de la ciudad...”. Los sábados por la tarde se dedicaban a “conclusiones”, o certámenes escolares públicos en que competían los diversos grados. La distribución diaria era la siguiente: 7:00 a.m. estudio; 7:30 a.m. clase; 8:30 a.m. recreo; 9:00 a.m. clase; 10:00 misa y estudio. Por la tarde: 2:00 p.m. estudio; 2:30 p.m. clase; 3:30 p.m. clase; 3:30 p.m. recreo; 4:00 p.m. clase. A las 5:00 p.m. los alumnos externos regresaban a sus casas o se juntaban a los internos para las “academias”, o seminarios como diríamos actualmente. Textos utilizados: la Gramática de Nebrija para la primera etapa. Mas pronto impusieron los jesuitas la Gramática del padre Manuel Alvarez y/ola del padre Mario Soares, muy difundida en toda América. Para los grados superiores se servían de las ediciones europeas de los autores estudiados: Plauto, Terencio, Lucrecio, Virgilio, Horacio, Cicerón, Séneca, Marcial, Quintiliano, etc. Para el estudio de la lengua vernácula, de la geografía, de las matemáticas y de la historia, desconocemos los textos escolares.



Métodos de enseñanza

Aunque cada orden religiosa había adoptado sus propios métodos, es indudable que los objetivos eran idénticos y que los métodos más variaban en el modo de su aplicación que en la esencia de su contenido. Una amplia información para la paideja jesuítica se halla en el libro de José Juvencio S.J. Me’todo para aprender y para enseñar (Florencia, 1703). Pretendían el desarrollo armónico de todas las facultades y el despertar de las tendencias del adolescente. Se trataba de que aprendiera a estudiar, a sentir,a pensar, a profundizar y a crear. Había que fomentar la curiosidad. Así insistían en la memoria durante la niñez porque la consideraban como un auxilio inestimable para cualquier empresa a lavez que acumulaba un caudal de conocimientos, expresiones, fórmulas, etc. válidas para toda la vida. Dominado el lenguaje, se insistía en el valor de la belleza descubierta por la ciencia y el arte. Debían aprender a leer poéticamente a los poetas y para ello se servían de la lectura, la composición y la declamación. Además, el teatro jugó un papel decisivo; Con la Retórica debían enseñar el arte de pensar mediante la interrogación (disputa dialogada entre el maestro y el discípulo con una serie de afirmaciones contrarias o aparentes verdades incompatibles), y la concertación (disputa pública). Elemento fundamental era la prelección, cuyo esquema constaba de 5 partes: en la primera se narraba el argumento; en la segunda se exponía y aclaraba cada frase, sobre todo si eran concisas, oscuras o complicadas; en la tercera se exponía lo tocante a la erudición, historia, costumbres de los pueblos, etc.; en la cuarta, se trataba todo lo referente a la Retórica y a la Poética; y en la quinta, se analizaba, examinaba y criticaba el latín. Posteriormente el alumno debía trabajar, ejercitarse y crear.



Pensum

Se podría presentar esquemáticamente así:

1)    Gramática inferior: En la sección primera o íntima se aprendía a leer y escribir. En la segunda sección, se recitaban los preceptos escogidos del Tratado de Octo partibus orationis de Elio Donato y apréndían a declinar los nombres y a conjugar los verbos con algunas explicaciones dadas en lengua materna. La sección tercera seguía con Donato, pero añadía las partes básicas de la gramática más moderna. Estos alumnos escribían sencillos ejercicios de composición latina. Los de la sección cuarta, estudiaban a Donato y Depauterio “sin emplear la lengua vernácula.” También se adentraban en las reglas de la Gramática compuesta por Francisco Faroene de Mesina.

2)    Gramática Media: Los jóvenes debían utilizar el De exercitatione Iinguae Latinae de Luis Vives y el De octo partibus orationis de Erasmo; las Cartas de Cicerón, trozos selectos de Terencio y las Eglogas de Virgilio.

3)    Gramática Superior: Los estudiantes dedicaban su atención a la sintaxis y a muchos autores latinos: Cicerón, Salustio, Ovidio y la obra de Erasmo sobre El escribir cartas.

4)    Humanidades: Se debía leer y estudiar De copia Verborum de Erasmo; el Arte poética de Horacio y se iniciaban en el estudio de la gramática griega. Aquí se requería ya mucha composición.

5)    Retórica: La mañana la consagraban al estudio de las Oratoriae Partitiones de Cicerón y a los Preceptos de Fabio. La tarde se dedicaba a los Discursos de Cicerón y a algún historiador.



Evolución histórica

Los orígenes de la historia de la educación en Venezuela corren paralelos con los de la consolidación de las instituciones jurídicas, sociales, económicas, y religiosas de cada una de las ciudades y centros coloniales. Así pues, si la penetración y colonización definitiva de Venezuela se realiza en l segunda mitad del siglo XVI, es lógico que la acción educativa se institucionalice como un paso ulterior a la etapa de consolidación del dominio hispano. En este sentido estableceremos las siguientes etapas:

1) Los ensayos protohistóricos (siglo XVI): Se iniciaron con los 2 colegios que fundaron en 1512 los franciscanos en tierras de Cumaná que llegaron a albergar 40 jóvenes y debían proseguir con la fallida expedición de 20 religiosos para fundar 5 conventos más. Posiblemente también los dominicos fundaran escuelas. En 1520 concluye este intento con el fracaso de lo que se ha denominado la “Misión apostólica”. Indiscutiblemente debieron surgir otros intentos, de mayor o menor duración, pero nos son desconocidos. Con todo, haremos alusión a 2 proyectos con los que creemos se cierra el ciclo protohistórico. El 29 de octubre de 1571 solicitaba el gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela Diego de Mazariegos, petición que reiteraría hasta 1573, el envío de 12 jesuitas a su provincia con el fin de encargarse de la educación de los hijos de los conquistadores y de los indígenas. El proyecto fracasaría por la oposición del obispo fray Pedro de Agreda. Sin embargo, el mismo obispo creó en Trujillo, con anterioridad a 1576, un estudio de Latinidad (quizá también de Artes) en donde se formó gran parte del clero ordenado por él. Aquí se puede ubicar el primer esbozo de los seminarios conciliares en Venezuela.

2) Génesis y estructuración de la enseñanza (1576-1673): En 1576 se abre definitivamente la presencia de los franciscanos y dominicos en la provincia de Venezuela y junto a la labor de fray Pedro de Agreda se fundamenta la infraestructura religiosa que atenderá al desarrollo de la vida social, política y consolidativa del dominio hispano en Tierra Firme. Los Cabildos, el Obispo y las órdenes religiosas contribuirán al hecho de la creación de las escuelas municipales y conventuales como una expresión institucional de la formación de la venezolanidad cultural. Aunque la real cédula de 1592 instauraba la educación oficial, hay que reconocer que ya con anterioridad el Cabildo caraqueño había protegido a pedagogos como Luis Cárdenas Saavedra, Simón de Bazauri y otros que se habían dedicado al cultivo de la juventud. No debieron ser pocas las dificultades iniciales pues además de la pobreza y falta de locales hay que añadir “...haber poca gente.. .y acudir pocos muchachos a ser enseñados...”. Treinta y cinco años necesitaría este proyecto para su arraigamiento y en él abundaron los pedagogos volantes y el esfuerzo de los propios obispos caraqueños. Toda esta etapa se puede seguir paso a paso en la obra de Caracciolo Parra, La instrucción en Caracas, 1567-1725. Mas, durante este lapso y el siguiente, será la Iglesia la que asuma, de forma institucional, el reto y la obligación de las tareas educativas. Entendemos por Iglesia: el clero secular; el clero regular; y los eclesiásticos como personas individuales. En todo caso la labor más fecunda y amplia correspondió a las órdenes religiosas. Entre los religiosos que laboraron en Venezuela sólo los capuchinos no pudieron ejercer la docencia, ya que, por una parte, recaía sobre ellos el peso de las reales cédulas del 19 de septiembre de 1588 y del 23 de marzo de 1601 que prohibían el paso a Indias a aquellos religiosos que no tuvieran autorización para fundar conventos; y por otra, la cédula del 10 de enero de 1647 les facultaría para pasar al Nuevo Mundo pero con la contrapartida de que no sólo no llevarían a cabo fundación alguna de conventos, sino que ni siquiera lo intentarían. Su acción, pues, se tuvo que circunscribir a los terrenos misionales. Desde esta óptica tenemos el siguiente panorama: Los Franciscanos habían iniciado para 1610 sus conventos de Caracas, Trujillo, El Tocuyo, Maracaibo y Barquisimeto. Y a lo largo del siglo XVIII proseguirían por Coro, Valencia, Cumaná, Margarita, Carora, San Felipe y Guanare. Los Agustinos no podemos precisar la realidad educativa de los conventos de éstos que se redujeron esencialmente al área andina. A lo largo del siglo XVII se instalarían en Mérida (hacia 1590), San Cristóbal (1593), Gibraltar (1600) aunque de vida efímera, Maracaibo (1639) y Barinas (1633). Hay que señalar que la vocación agustina en Venezuela fue más misionera que educativa. Los Jesuitas quisieron proyectar su acción en el siglo XVII en Caracas, Maracaibo, Trujillo, Mérida y San Cristóbal, pero solamente cuajaría la fundación del colegio de San Francisco Javier de Mérida en 1628. En el siglo XVIII se daría comienzo a los de Maracaibo (hacia 1735), Coro (1754-1764) y se incoaría con grandes expectativas el de Caracas (hacia 1753). Los Dominicos de la provincia de Santa Cruz empezarían en Caracas con San Jacinto en 1595, aunque sería en 1630 cuando se elevaría a la categoría de convento. Los de la provincia de San Antonino (Nuevo Reino de Granada) trabajaron en Mérida (1567), El Tocuyo (1596) y Trujillo (1598). Sólo los estudios capitalinos alcanzarían verdadero realce. Desde el punto de vista jurídico-educativo se rigieron por la Ratio Studio’rum Ordinis Praedicatorum que fundamentalmente había sido delineada por el Capítulo General de Lyon (1274). Poco se puede decir del proyectado convento dominicano de San Felipe (1724- 1772). Los Mercedarios se restringieron a Caracas y ya para 1651 se habían instalado en esa ciudad. 3) Consolidación (1673-1721): Enmarcamos este lapso entre 2 fechas altamente significativas: La erección del Seminario de Santa Rosa de Lima (9.10.- 1673) y la creación de la Universidad de Caracas (22.12.1721). El Seminario completa y consolida el movimiento intelectual iniciado por el convento San Francisco y continuado por el de San Jacinto y por el de los mercedarios. Definitivamente fraguan las bases de lo que constituirá la educación superior y se evidencia el arraigo de las humanidades, no sólo en Caracas sino en las principales ciudades de la provincia. Con la Universidad, se abre el ciclo educacional definitivo del período hispano, pues patentiza la primera madurez intelectual de las élites, eclesiásticas y civiles, y fija en la capital el flujo permanente de la juventud que debía buscar su formación universitaria en Santafé de Bogotá, en la isla de Santo Domingo y en la propia España. 4) Expansión y crisis (1721-1810,): Con las reformas económicas, jurídicas y administrativas que sufre Venezuela a lo largo del siglo XVIII, el sector educativo gozará de una nueva fase de expansión y de revisión. Una serie de características específicas definen esta última etapa del período hispánico: a) la creación de 2 centros universitarios oficiales: Caracas y Mérida; b) la multiplicación de Escuelas. Sobre este punto concreto existe una gran documentación inédita en el Archivo General de Indias (yen otros archivos), no sólo sobre el aspecto fundamental sino a veces también sobre lo que denominaríamos la “filosofía educativa”. Un selecto muestrario lo ofrece Ildefonso Leal en su obra Documentos para la historia de la Educación en Venezuela. De igual forma existe dispersa una amplia y desigual bibliografía sobre los ensayos concretos llevados a cabo a lo largo y ancho del territorio nacional poblado. En este contexto es necesario anotar que, mientras los centros docentes de las órdenes religiosas se estacionan (fundamentalmente por la expulsión de los jesuitas en 1767 y por la falta de vocaciones) surgen entonces las escuelas públicas (oficiales y privadas) sobre todo con la segunda mitad del siglo XVIII. La visita del obispo Mariano Martí (1771-1784) muestra un pormenorizado elenco de los haberes educativos de la Iglesia de la diócesis de Caracas. Además fue fundando escuelas en Santa Clara del valle de Choroní (1772); La Guaira (1772); San José de Puerto Cabello (1773); San Sebastián del valle de Ocumare (1773); Santa Ana de Coro (1773); Santa Ana de Paraguaná (1773); Escuque (1777); Guanare (1778); San Fernando de Ospino (1778); Villa de Araure (1778); Barquisimeto (1779); Villa de San Luis de Cura (1780); Villa de Calabozo (1780); Villa de San Juan Bautista del Pao (1781). Incluso, dotó en 1774 una Escuela en Maracaibo y 2 en Carora (1776). A éstas hay que añadir las siguientes escuelas públicas: Cumaná (1759); Arenales (1776); Cumaná (1778); Trujillo, San Carlos y Valencia (1786); La Guaira (1788); El Tocuyo (1789); La Grita (1790); La Victoria (1798); Turmero (1800); el Colegio Real de San Carlos de Barinas (1792) y en San Felipe (1791). En el ramo eclesiástico hay que destacar: el Seminario de San Buenaventura de Mérida (1785) y los preludios del Seminario de Guayana (1793). Anexas a los seminarios de Caracas y de Mérida, existían sendas escuelas de primeras letras. Asimismo, dentro del marco fundacional, señalamos lo que se podría considerar como la nueva escuela: la Academia de Geometría y Fortificación de Caracas (1760); la Academia Militar de Matemáticas de La Guaira (1761); por fundar la cátedra de Matemáticas lucharán al unísono el doctor Juan Agustín de la Torre y el capuchino fray Francisco de Andújar, quien además propugnaba la Historia Natural y el Dibujo. Esta idea fraguaría en el siglo XIX en Cumaná, con el ingeniero Juan Pires y en Caracas, en 1808, con José Mires, quien llegaría a enseñar Aritmética, Algebra, Geometría, Topografía y Construcciones Civiles, Dibujo Lineal y Topográfico. El canónigo Francisco Antonio Uzcátegui fundaría en Mérida (1782) la Escuela Patriótica de Artes Mecánicas y en 1788 en Ejido la Escuela Patriótica, ambas inspiradas en las ideas de Pedro Rodríguez de Campomanes que se inscriben ya en el marco del pensamiento ilustrado europeo. El espíritu de la ilustración se hace también presente en las aulas universitarias caraqueñas con la modernización de los estudios, especialmente en Filosofía, que intenta llevar a cabo el padre Baltasar de los Reyes Marrero a partir de 1788 y que luego continuarán sus colegas y discípulos por encima de los obstáculos que les opone la rutina. En la enseñanza primaria, así como en el pensamiento pedagógico, se destaca a comienzos de la década de 1790 la persona de Simón Rodríguez, quien en mayo de 1794 condensa sus experiencias y sus lecturas en la memoria presentada al Cabildo de Caracas, titulada Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y medios de lograr su reforma por nuevo establecimiento. El licenciado Miguel José Sanz redacta en 1801 y, en 1802, un proyecto de Ordenanzas Municipales para la ciudad de Caracas, que le ha sido encomendado por la Real Audiencia, en el cual analiza el sistema educativo y propone su ampliación y mejora. En 1805, un grupo de artesanos y artistas pardos, encabezados por Juan José Landaeta, solicitan del Cabildo caraqueño la autorización necesaria para crear en esa ciudad una escuela primaria para los hijos de las personas de esta etnia. Por diversas causas, los proyectos y planes de Rodríguez y Sanz no llegan a ponerse en marcha: prejuicios, intereses creados, incomprensión, escasez de recursos económicos y humanos. Luego, la guerra que estalla en 1810. Así pues, en el siglo XVIII y primeros años del siglo XIX se gesta un gran impulso cuantitativo educacional que recoge la preocupación de los pensantes venezolanos. En cuanto a lo cualitativo se refiere, habrá que estudiar y evaluar todos los proyectos arriba mencionados, pero ciertamente se puede afirmar que estos movimientos distaban mucho de la vitalidad y de los recursos humanos que requería tan ingente tarea sobre todo si se juzga a la luz del desarrollo europeo.

3 comentarios:

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  2. ESTA INFORMACION ES PESIMA POR FAVOR NO PIERDAN SU TIEMPO LEYENDO ESTA PORQUERIA

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